4.3.08

guerra en colombia (por iván quezada)

Ahora que se habla de guerra, recuerdo un pequeño incidente en Colombia. Yo iba en el minibus rumbo al aeropuerto, desde el hotel. Era mi último día en Cartagena y todo había sido tranquilo. ¡Ni un balazo siquiera! Había visto patrullas militares en los barrios pobres, pero sólo una vez. Los policías se notaban más por su corrupción: las calles eran un caos, vereda y carretera, y el único medio de subsistencia era el comercio. Naturalmente, las transnacionales se habían quedado con el gran negocio del turismo y los nativos estaban obligados a "rebuscársela", como ellos decían. Vi unas armas de fuego una vez, en la Ciudad Amurallada: entraron dos "gendarmes" (parecían guardias de seguridad) a un Centro contra el cáncer (o al menos eso leí en el cartel de afuera), desenfundando un revólver y una escopeta relucientes, de color plateado. Desde luego, pensé: "ándate rápido". No supe qué habrá ocurrido, y por la prensa no se dijo nada.
Desde entonces, no dejó de llamarme la atención el regimiento, justo en el centro de la ciudad. Y las loas exageradas y unánimes al gobierno. Incluso en el último momento, arriba de ese minibus, el chofer decía a un grupo de chilenos: "Yo votaría por tercera vez a Uribe, a ojos cerrados. Gracias a Dios, ahora hay trabajo. El país se reactivó y las calles están seguras". Los otros chilenos, con aspecto de patrones de clase media, celebraron sus dichos. "¡Aquí también se puede ganar plata!", les faltó exclamar. Lo siguiente fue predecible: hablaron a sus anchas en contra de Chávez. Con esa gente era inútil discutir. Podría haberles dicho: "En Barranquilla, el taxista me advirtió que no caminara hacia el oeste de la ciudad; era peligroso". Pero no se habrían enterado.

Vi serios a los colombianos, aunque siguen enfiestados como consuelo. No hablaban de nada, ¡nunca hacían la menor crítica! Era como una mala costumbre adquirida a la fuerza. ¿O sólo eran apariencias? La Colombia real subsiste en la miseria y la separación racial no es un invento: los negros viven sin dinero y los mestizos reciben lo mínimo, justo para sobrevivir. El acoso en las playas es fuerte: rondan mujeres masajistas, artesanos, dueños de "carpas" ("sus pertenencias sólo estarán seguras aquí dentro"). También hay vendedores de mariscos que invitan a probar gratis una ostra y después la cobran a precio de oro. "No acepten nada", es la advertencia de conserjes y guías. Pero si el turista va más allá de Bocagrande, el barrio de los hoteles, se enfrenta a los hechos: ya nadie recuerda la libertad.

No hay comentarios.:

Powered By Blogger