PABLO DOMINGUEZ EXPONE 20 AÑOS DE PINTURA EN EL BELLAS ARTES
“Soy un príncipe sin herencia”
Gracias a una amigdalitis se convirtió en pintor. Luego descubrió que su oficio le abría las puertas con las chicas y le dio al pincel y el lienzo. Fue barrendero, comerciante de pan de pascua, discípulo de Bororo y en los ’80 llenó la ciudad con graffittis que firmaba como Pablo “Pencasso”. Define su estilo como impresionante “por la cara que ponen las viejas” cuando ven sus cuadros.
La Nación |
Alejandra Delgado
Discípulo de Luis Lobo Parga y Carlos Maturana (Bororo), en los ochenta varios muros santiaguinos tenían estampados sus graffittis. Entonces firmaba como “Pablo Pencasso” y estaba tan al margen de la escena que sus pares le otorgaron en 1988 el premio al Mejor Plástico Underground. Hoy tiene 44 años y el gozo de poder exhibir 20 años de pintura en el Museo Nacional de Bellas Artes. “Dormido en los laureles” se llama la muestra que será inaugurada el 20 de julio a las 19: 30 horas. Esto no es un adelanto. Es una conversación con “el cuerdo de una loca geografía”, como lo llamó el crítico argentino Edward Shaw.
-Se te ve contento, no cualquiera expone en el Museo de Bellas Artes
-Sí, y una cosa es decir: voy a exponer en el primer piso del Bellas Artes y otra distinta es decir: voy a mostrar mi obra en la Planta Baja, Ala Sur del (impostando la voz) Palacio Nacional de Bellas Artes. Es lindo, ¡Es emocionante! Porque yo partí barriendo.
-¿Cómo es eso?
-Yo para mi época fui un adelantado. Me fui de mi casa a los 18 y tuve que trabajar. Vendí quesos, huevos, pan de pascua. Al panadero del barrio le dije un día: “dame 100 panes de muestra y yo te los vendo”. Me los pasó, fui a ofrecerlos a Tricot y Falabella y me fue la raja, el loco no lo podía creer, los vendía todos. Si me hubiera dedicado a ser comerciante, tal vez me habría ido mejor que en la pintura. Habría ganado más plata.
-Pero ahora eres comerciante de tu propia obra
-Sí, pero es limitado porque no hay volumen. El músico sigue cobrando hasta el día de su muerte cada vez que tocan su tema. El pintor, en cambio, cobra una sola vez por su cuadro.
-¿En cuánto has vendido tu cuadro más caro?
-7 millones de pesos.
-Cualquiera pensaría que eres un hijo de familia noble
-No, mi familia es noble, pero pobre. Soy un príncipe, sólo que sin herencia. He tenido que trabajar duro, como toda la gente no más. La vida cada uno tiene que buscársela. Estamos en una cultura desechable…
v-Y en medio de eso, tú practicas un oficio antiguo.%b%
-¡Qué lindo!
-Hay quienes se refieren a ti como un pintor de la corte
-Me encantaría ser pintor de la corte. Los grandes pintores siempre lo fueron. Pero yo no lo soy. Puedes pasarte la vida haciendo la pata o hacer como yo: que la corte venga a buscarte.
-Tu obra es calificada como neoexpresionista, ¿Te agrada esa clasificación?
-Es que mi estilo es otro. Mi estilo se llama “Impresionante”.
-¿Por qué?
-Porque veo la cara de las viejas cuando ven mis cuadros y dicen: Ohhhh! Quedan impresionadas.
-Tiene sus ventajas ser pintor
-Los pintores tienen un pasaporte. En la mañana pueden estar en la dura, transando droga, qué se yo y en la tarde, estar tomando el té con el Presidente.
-¿Cómo se gana ese pasaporte?
-Si no haces lo que te gusta con pasión, no te ganas nada. Para ser pintor no se necesita un cartón ni la aprobación de la sociedad, pero sí trabajar mucho. No creo en el coeficiente intelectual, no creo en nada que tenga que ver con parámetros normales de aprendizaje. Yo repetí tres veces en la media porque me aburrí.
-¿Cuando se te ocurrió que querías ser pintor?
-Cuando tenía 18 años llevaba como un mes en cama con las amígdalas hinchadas y mi tía Marina me regaló un set de óleos. Puse un par de tarros abollados y me sorprendí a mí mismo diciéndome: “ya, voy a ser pintor” Y pinté esos dos tarros. Después, cuando tenía como 20 años estaba solo, no tenía polola, nadie me quería y de repente las chicas me empezaron a preguntar: Y tú, ¿Qué haces? “Yo soy pintor”, les decía. Y las mujeres comenzaron a caer como moscas.
-¿Y te resultaba el truco?
-Absolutamente.
-¿En qué crees?
-Creo en la memoria de la materia, los fantasmas los hacen los vivos. Me declaro ateo. Me muero y luego viene la nada. Si aparece un fantasma mío después es porque alguien me hizo presente con sus neuronas. Pero, cuando entro en comunión con la pintura y logro algo que se escapa a lo ya existente, digo: creo en Dios.
-¿Qué te divierte?
-Tomar y pintar y estar con mis hijos y pololear.
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