No fue su sonrisa expandida bajo las nocturnas luces del Teatro Mauri, ni su cabellera rubia de estrella de cabaret porteño. O quizás sí. Fue todo. Es ese aire de diva autóctona lo que hipnotiza cuando la ves en escena. Sus rasgos duros, envueltos en delicados movimientos. Esas plumas de heroína que rodean su esbelta figura femenina. La llaman la Venus del Puerto. Sus admiradores le gritan diosa, magnífica, muñeca viviente, patrimonio vivo. Es sin duda, un ícono de la bohemia porteña.
Por Alejandra Delgado
El estreno internacional de la Venus del Puerto fue en 2003. En el Manila Cabaret Imaginaire, un espectáculo concebido como una embajada cultural de Valparaíso en el Festival de Teatro Les printemps des comédiens en Montpellier, Francia. Pero la diva ya era conocida en el Puerto mucho antes. Y los personajes femeninos de Alejandro Cid -su creador- tenían un carrete escénico considerable.
Dicen que fue en los cabarets donde aparecieron los primeros travestís en un escenario. Fue precisamente en uno de ellos donde Cid comenzó este oficio. En la mítica disco gay “El Quásar”(¿no es acaso un cabaret moderno?) en los noventa santiaguinos. Verse transformado en un ente femenino le pareció un verdadero placer y jamás abandonó esa pulsión teatral.
Venía de formarse como actor en el Club de Teatro dirigido por Fernando González donde tuvo como maestros a Alfredo Castro, Ramón Griffero, Rodrigo Pérez, Magaly Rivano, entre otros. Pero la movida cultural en la que le tocó participar fue su principal caldo de cultivo. En las resonadas fiestas Spandex , “una instancia magnífica de libertad de expresión y diversión”, Cid se codeó con la fauna nocturna capitalina. “Ahí se veía toda la fashion people, estábamos todos juntos haciendo la fiesta y disfrutando de un ambiente magnífico e irrepetible”, recuerda.
Desde su estreno en 1990 Cid y sus personajes femeninos se pasearon por todo el circuito gay santiaguino y a Valparaíso regresó como La Dominique Divine, animando las intensas noches en la antigua disco “Divine” (famosa por su trágico final en 1993). Sus performance daban que hablar en el underground porteño y fue así como se convirtió poco a poco en un mito más de la Joya del Pacífico.
La cigarrera de “Paradero Diferido”, Guest Star en el “Foxy”, La Diva del “Club Valparaíso” y más recientemente, la primera anfitriona del “Club Pagano”.
GEN FEMENINO
A Cid le gusta encarnar a mujeres del star system. Son su fetiche. Una forma de amarlas. “Al representar a una mujer me conecto con la esencia femenina de Alejandro Cid, y también con sus antepasados, sus abuelas, su madre, sus hermanas, sus primas. Crecí en un mundo rodeado de mujeres que, obviamente, marcaron mi sensibilidad y mi forma de actuar ante el mundo”. Comenzó interpretando a Liza Minelli, siguió con Sarita Montiel, después vino Marilyn Monroe, Rita Hayworth, Catalina de los Ríos y Lisperguer y Brigitte Bardot. A mí me tocó verla como Madonna en su época más virginal. Lo hace con maestría. Se expresa diva en el escenario. Exuda glamur. Hacer gala de impecables movimientos dancísticos.
Confiesa: “Travestirme es algo natural en mí desde niño. Era un juego que me alucinaba. Todo llegó de una manera natural y lo he enfocado también con la idea de cambiar la homofóbica mentalidad de la sociedad chilena”. Homofobia que percibió en el aire -su aire-, desde que era chico.
“A temprana edad sentí la discriminación de mis compañeros de juego. Ellos me veían diferente y lo hacían notar. Para mí era algo un poco raro al principio, luego me fui acostumbrando y comencé a desarrollar diferentes maneras de afrontarlo. Finalmente, saqué ventaja pues mis amigos fueron los libros y mis juguetes con los cuales creaba mundos en donde no había discriminación”.
Hoy dice Cid, la Venus del Puerto es, indiscutiblemente, la reina de la bohemia porteña. Sus escenarios: El Roland Bar, El Proa, el Bar La Playa, el Teatro Mauri , la Piedra Feliz, el Pagano, el Club Cigale y más.
ERRANTE DIVINE
Alejandro Cid llegó a vivir a Valparaíso con su familia cuando tenía diez años. Tras un viaje de siete días a bordo del “Aquiles”. Antes había pasado una temporada en Puerto Williams. Otra en Punta Arenas. “Una infancia entre lanchas, aviones, nieve, trineos y la inmensidad de la naturaleza”, recuerda. Algo de ese movedizo itinerario le quedó adherido al cuerpo.
Por estos días transcurre su existencia en París. Allá trabaja la idea de realizar un espectáculo teatral que cuente la experiencia de vida de chilenos “exiliados de la democracia”.
No obstante, el Puerto siempre lo llama. Cid siente que la bohemia porteña lo alimenta: “es un movimiento que tiene que ver con el espíritu de la ciudad, su movimiento de transhumanización, de idas y venidas de los artistas y su poética. Todo aquello produce una retroalimentación abundante y un variado intercambio”.
Para goce de sus fans, la Venus tiene varias divas en carpeta por personificar. Carmen de George Bizet o Virginia Wolf en “Quién le teme al lobo”, tal vez Blanche Dubois, en “Un tranvía llamado deseo”. Son sólo algunas de las que tiene en mente para cuando regrese a Valparaíso. Sus adeptes quieren verla pronto en escena.