30.1.11
fatal
Encuentran muerto al turista mendocino en Chile
Había desaparecido el miércoles. Se encontraba de vacaciones con un grupo de amigos y luego de una discusión no lo volvieron a ver.
El joven mendocino de 22 años que desapareció el 19 de este mes mientras vacacionaba con amigos en Reñaca (Chile) murió el 20, atropellado por el metro (subte) en una estación entre el puerto de Valaparaíso y Viña del Mar, informaron voceros de Carabineros, la policía militarizada chilena.
Los padres de Roberto Soto, que estudiaba en la Universidad Maza de la ciudad de Mendoza y según sus familiares “era un hijo y compañero muy bueno”, reconocieron hoy el cuerpo, avisados por Carabineros de que “en el Servicio Médico Legal había un cadáver NN de un hombre que murió atropellado el jueves pasado”.
Los familiares habían informado a medios locales que el joven había salido el domingo 16 de enero para a pasar las vacaciones en Reñaca -playa de Viña del Mar, en la costa del océano Pacífico- con cuatro amigos que alquilaron una casa con los ahorros del año de cada uno.
Muchas familias de Mendoza suelen cruzar la cordillera de los Andes en época veraniega por la proximidad de las playas chilenas, no obstante que los precios en el país vecino son desfavorables para los argentinos por el cambio monetario.
Los amigos alertaron que el miércoles 19 Soto desapareció del albergue “tras una discusión con el grupo”, según algunos, o “tras un ataque de pánico” según otros.
A partir de allí familiares, compañeros y la policía chilena comenzaron una intensa búsqueda que incluyó sus fotos en medios gráficos de Chile.
Antes de viajar a Reñaca para buscarlo, los padres aseguraron que era “un chico serio que estudia y trabaja para costear sus gastos y no abandonaría el grupo para divertirse solo”.
Compañeros de estudios y familiares habían formado además una cadena de búsqueda por Facebook, pero esta tarde todo terminó de la peor manera luego que sus padres reconocieran el cadáver, que estaba en la morgue chilena desde el jueves pasado.
Mientras en Chile sigue la investigación, hasta ahora las presunciones indican que el joven cayó, fue empujado o se arrojó a las vías del metro en la estación Bellavista, entre el puerto de Valparaíso y Viña del Mar.
Générik Vapeur
29.1.11
el niño
En el nombre de un padre adolescente
El hecho de que éstos sean los materiales sobre los que trabajan los Dardenne no implica que haya una mirada paternalista o condescendiente sobre sus personajes (como le terminó sucediendo a Ken Loach, el cineasta británico que alguna vez supo tocar una cuerda similar y que en sus últimos trabajos parece haber perdido el rumbo, con una tendencia cada vez mayor al maniqueísmo). Por el contrario, en el ascetismo de El niño, en su desnudez, en su despojamiento formal se refleja también –a la manera del cine de Robert Bresson– un rigor infrecuente en la manera de encarar los conflictos morales que el film tiene por delante.
Fieles al realismo duro que marca todo su cine, los Dardenne vuelven a ocuparse aquí de los marginados de Europa, en este caso una pareja de adolescentes que vive de pequeños robos callejeros y que acaba de tener un bebé. Queda claro que Bruno y Sonia se quieren, pero eso no le impide a él –sin el consentimiento de ella– intentar vender al bebé. Al fin y al cabo, se trata de ganar 5000 euros, de una sola vez. Es que en el mundo en el que nacieron y crecieron (y en el que crecerá también su hijo), la plata y el consumo –una campera de cuero de marca, un estéreo, un auto– lo es todo. “Podemos tener otro...”, le dice cándidamente Bruno a Sonia, como si se tratara de producir, sin costo alguno, una mercancía más.
En una de las tantas sutilezas de L’enfant, quizás ese niño del que habla el título de la película no sea otro que el mismísimo padre, ese muchacho que deberá aprender solo, de la nada, sin modelos ni parámetros a la vista, esa responsabilidad que le ha tocado, un poco demasiado temprano en la vida. Y si la película anterior de los Dardenne, la extraordinaria El hijo, estaba construida sobre todo aquello que significa un hijo, ahora El niño –en una demostración de coherencia en su obra que confirma a los Dardenne como auténticos autores– no puede sino interrogarse sobre la figura del padre.
Contra lo que podría suponerse de la mera descripción de su argumento, o lo que hubiera hecho con él casi cualquier otro director en su lugar, el film de los Dardenne jamás cede a la tentación del miserabilismo o la infección sentimental: todo en él es crudo, áspero, inclemente, como la realidad que les toca vivir a sus personajes, empujados hacia el vacío por una sociedad de consumo en la que el único valor es el dinero. Hay una solidez, una austeridad, una nobleza en L’enfant (también podría llamarse, si no fuera por el film de Bresson, L’argent, tal es la circulación de billetes en el film, aunque más no sea un puñado de euros) que son cada vez más infrecuentes en el cine de hoy. Ese dinero, siempre omnipresente, corriendo escaso de mano en mano; los espacios estrechos, asfixiantes; la discriminación larvada o manifiesta; expresan en El niño, de manera transparente, cómo es la cotidianidad en los márgenes, qué es lo que está todos los días en juego en los suburbios de la opulencia, y que no es otra cosa que la vida misma, sin anestesia.