El Liceo Eduardo de la Barra, uno de los más emblemáticos de Valparaíso, cumple por estas fechas 80 días en situación de toma. Tal como otros liceos en la misma dinámica, apoderados y alumnos se turnan y organizan para convivir dentro del establecimiento. Acá los apuntes sobre la vida puertas adentro que llevan los protagonistas de esta histórica acción.
Por Alejandra Delgado // Fotos: Nelson Campos
Hace un frío porteño. Hace pocos días cayó un aguacero sobre la ciudad que a los alumnos en toma del Liceo Eduardo de la Barra de Valparaíso los afectó tanto o más que las lacrimógenas que –según denuncian- a diario les arrojan Carabineros (ver foto). María José Araya (4° Medio B) es parte del Centro de Alumnos de este emblemático establecimiento y señala:
—En esta toma dormimos en las salas, en sacos de dormir sobre colchonetas. Cuando nos tocan temporales, el liceo se nos llueve. Una vez estábamos durmiendo y se empezó a mojar el piso y estaba saliendo agua por los enchufes, entonces tuvimos que cortar la luz y evacuar. Fue crítico.
Ya llevan 80 días en toma y aunque, reconocen, hay días en que el desgaste se nota, la convicción de seguir persiste: “Ojalá pudiéramos llegar al final de esto. Las generaciones futuras no van a creer mucho en las movilizaciones si es que no logramos algo. Debemos estar mucho más, apoyando en cada momento, aguantar hasta el final. Todos dispuestos a sacrificarnos”, dice Araya.
La toma
Fundado como “Liceo de Hombres de Valparaíso” el 22 de marzo de 1862 e inaugurado el 2 de junio de 1862, por las aulas del Eduardo de la Barra han pasado personajes históricos, como el escritor Joaquín Edwards Bello, el Presidente Salvador Allende, el poeta Gonzalo Rojas y el pintor Camilo Mori.
El simbolismo y la importancia del actual movimiento en el Liceo, sin embargo, no se asocian sólo a la impronta de los famosos que por aquí pasaron. También a que es reconocido como un bastión de lucha.
La nota no señalaba, no obstante, el proceso tras la medida. María José Araya relata:
—Se hicieron asambleas con todos los niveles y se analizaron los problemas de nuestro Liceo que arrojó un petitorio interno. Luego un cuestionamiento más general ¿Por qué nuestro liceo tiene estos problemas? ¿Y por qué el liceo de al lado tiene los mismos problemas? Entonces llegamos fácilmente al consenso de que el problema es de la educación chilena en general. Se hizo una votación con lápiz y papel y así llegamos a una toma “democrática”.
1.800 alumnos tiene el Liceo. 48 cursos con aproximadamente 45 alumnos cada uno. Todos votaron. Unos en contra, la mayoría a favor.
Desde un comienzo, los alumnos optaron por una toma abierta a la comunidad, de carácter cultural. Con énfasis en la autogestión educativa dentro del movimiento, con clases, materias y enfoques decididos por los propios alumnos, realizadas por profesores externos voluntarios. María José la tiene clara: “No es como la típica clase donde el profesor se para adelante a ‘vomitar información’ y el alumno la recibe y hasta ahí no mas. Acá se discute acerca de los temas y los mismos alumnos deciden que contenidos quieren tener y qué quieren tratar en esa clase”.
Comenzaron a organizarse en comisiones (seguridad, cocina, limpieza, información, ‘macheteo’, cultura, entre otras) y a realizar asambleas generales diarias en las que analizan el estado de la situación (ciudadinvisible.cl debió asistir a una de estas asambleas para que fueran los propios alumnos los que decidieran si esta crónica podía realizarse).
Cuando la JUNAEB (organismo encargado, entre otras cosas, de entregar cobertura de alimentación a las escuelas públicas) dejó de entregar alimentos “tuvimos que entrar a las bodegas y comenzar a cocinarnos nosotros mismos. Tenemos raciones de desayuno, almuerzo y cena, más las colaciones de aquellos que hacen guardia en las noches alrededor de las 4 y las 5 de la mañana”, cuenta María José.
Los padres
En el casino del Liceo, un cartel convoca a la autodisciplina: “Cabros, dejen limpio, akí no hay perkins”. Apoderados colaboran en el cometido de cocinar. Los turnos se organizan entre los que integran la recientemente convocada “Asamblea de Padres Movilizadados” que surge, según declara Marión Betancourt (50 años, apoderada de Paloma y Amaranta Ramírez), en respuesta a los ataques recibidos por parte de la actual presidenta del Centro General de Padres y Apoderados, Sara Herrera. Los alumnos declaran que “aportilla las actividades, nos acusa de ladrones, boicotea las votaciones”. Afirma Betancourt: “Cuando ella desfavorece a los chicos, nos ataca a nosotros también como comunidad, no le hace defensa al lema del liceo ‘Honor Deber y Unión’. Ella no nos sirve”.
La ayuda que los padres prestan a sus hijos está enfocada en lo logístico y lo legal. Cuentan con abogados, médicos, profesionales de la salud para apoyarlos. “En cuanto a necesidades básicas, ellos no son niños, son jóvenes revolucionarios que pueden asumir esas responsabilidades” señala. Agrega:—Nosotros los asistimos con comisiones que se dividen para poder abarcar todo. También cuando se crean las barricadas, porque nosotros apoyamos las barricadas como forma de expresión. Nuestro apoyo es incondicional. Pero son ellos los que toman las decisiones. Nosotros nos plegamos.
A la asamblea pertenecen aproximadamente 150 padres. En ella confluyen, por ejemplo, madres que toda su vida han sido dueñas de casa. Para ellas, señalan sus compañeros, este es un acto soberano. “Han sido capaces de decirle al marido ‘tengo que ir a una asamblea, caliéntate tú la comida’, este movimiento ha levantado personalidades”.
Sobre el origen de las movilizaciones -no sólo al interior del Liceo sino en todo Chile- los padres movilizados sienten que está un fuerte sentimiento de rabia. “Una rabia tremenda, y absolutamente legítima, y provocada por las generaciones anteriores, fruto de la soledad en la que han nacido y crecido”, confiesa Mónica Tapia (63 años, abuela de Diego Pérez 1°medio L). Añade: “Aquí no sólo el estado tiene la responsabilidad de aportar. Las familias también. Un piso de sobrevivencia afectiva, que ellos tengan la esperanza que nosotros no teníamos”.
Mónica es orientadora, de ahí su feeling con los chicos. Cuando habla, Arturo Gómez (50 años padre de Miguel 1° Medio c) se emociona. Escucha atento. En esta pasada, él también está aprendiendo. Vive sólo con su hijo. Interrumpió sus estudios universitarios durante la dictadura por falta de dinero y hoy trabaja como artesano. Tiene el peso del miedo. El miedo a la represión, adquirido de los tiempos en que los 80 eran más que una serie televisiva colorida. Hoy se siente renacer con este movimiento y cada día presta ayuda en la toma, “en lo que pueda, yo he modificado mi movilidad laboral para gestionar el apoyo a mi hijo, yo sé que este es un momento histórico”, cuenta.
“Nosotros nos dormimos a las realidades que teníamos, eran ciertos tiempos cómodos”, dice. “Ellos, en cambio son libres, y esa libertad es la libertad que les permitió visualizar que eran ellos los que podían con el cambio”
Piensa en voz alta: “Todo esto ha sido un tema de crecimiento entre todos nosotros”.
¿Qué rescatas de ese aprendizaje?
—Que no debemos parar de luchar, ni de pensar que podemos lograrlo, aunque sí es cierto que en algún momento nos hemos sentido desvalidos al ver a nuestros compañeros generacionales que realmente tiran la toalla y desvalida todo discurso. Pero uno que viene de la calle… llegar acá y ver que los chicos están luchando sin detenerse, te llena de fuerza.
Represión
Durante las jornadas de Paro Nacional convocado por la CUT los días 24 y 25 de agosto el aire al interior del Liceo era irrespirable. Al igual que en cada movilización nacional, el patio, las salas, el casino, todo huele gas lacrimógeno. En las salas de la Dirección, los alumnos en toma guardan un tarro con las evidencias: cientos de restos de bombas lacrimógenas que esperan algún día devolver a sus dueños.
Nelson “Mandela” Díaz es uno de los líderes más carismáticos del movimiento del Eduardo de la Barra, aunque se presura en aclarar que “acá en la toma somos sumamente horizontales en cuanto a la organización”. Cuenta que cuando realizan manifestaciones de protesta callejera en avenida Colón, en las afueras del Liceo, “Carabineros, bajo la consigna de defender el orden público, nos ataca. Han resultado compañeros heridos así como también apoderados que han sido golpeados con luma, personas de edad avanzada han sido atacadas siendo que ellos básicamente cumplen la función de cuidarnos a nosotros”.
Denuncia Marión Betancourt que durante las movilizaciones del 24 y 25 de agosto “tuvimos que hacer un llamado a través de Radio Placeres para que la comunidad viniera a apoyar al liceo que estaba siendo atacado por la policía, y la gente vino de tal forma que avenida Colón fue tomado por la gente. A carabineros no le quedó otra que replegarse a otras calles”.No obstante, señalan, la confrontación es permanente. María José Araya señala que por las noches se escuchan autos rondando afuera del liceo y que, al mirar por las ventanas de las salas donde duermen, se han podido percatar que se trata de vehículos policiales.
Que se vaya
Mucho antes que las movilizaciones estudiantiles se iniciaran, el actual Centro de Alumnos enarbolaba demandas internas variadas. La principal: sacar al actual director del Liceo, Roberto Pantoja. Hoy, son los padres movilizados los que también se suman a esta demanda. Denuncian que el millonario proyecto de modernización de su infraestructura educacional que se realizó hace dos años en el Liceo es trucho. Las nuevas dependencias comenzaron a ser usadas durante el segundo semestre de 2009. Las obras no habrían sido entregadas formalmente. “El edificio ya tiene fisuras y se llueve, está completamente mal hecho”, acusa Marión Betancourt. Añade: “Yo sé exactamente que los constructores no ocuparon todo el material que debían utilizar, se robaron muchos elementos, hay algunos materiales que nunca llegaron al colegio. Tenemos documentos que prueban lo que digo”.
Para el dirigente Nelson Díaz sacar al director en urgente. Dice:
—Sabemos que el señor Pantoja es un actor político acá dentro. En el año 2009 se hizo un concurso público y él salió tercero. La decisión de ponerlo a él en el cargo fue del actual Alcalde de Valparaíso Jorge Castro. Creemos que lo eligió para que fuera su operador político dentro del Liceo
¿Por qué haría eso?
—Entendiendo que el Liceo tiene una cultura cívica y política que se caracteriza por formar estudiantes críticos y revolucionarios dentro de su ambiente, es una opción estratégica. Es sumamente importante contener al Liceo Eduardo de la Barra, tenemos incidencia, quieren mantener controlados a los jóvenes.
¿Qué medidas exigen?
—Tenemos los ojos abiertos, queremos que el director renuncie y se llame a un nuevo concurso público, donde el primer lugar tome la posición de director y que además no se de a partir de operaciones políticos. Los padres movilizados a través de una carta enviada a la Corporación Municipal de Educación están exigiendo su salida.
En la puerta del Liceo, alumnos organizados por turno piden los nombres de quienes ingresan a modo de registro. Hay gente ajena al movimiento que llega con cajas de comida, cajones de manzana, jugos. Hay empatía con el movimiento, incluso entre aquellos padres que temen que sus hijos puedan perder el año escolar. Cerca de la puerta, una mujer abraza a su hija que está en la toma. La chica lleva una chapita en su polera en la que se lee: “Piñera, no te creo nada”. La mujer le dice que resista. “Se podrían estar levantando tarde, salir a carretear, pero por estar acá los chiquillos se han privado de tantas cosas, eso es tener conciencia”, le comenta la mujer a otra apoderada.
Un poco más allá Marjorie Aravena (3° Medio) barre. Dice que apoyar la toma no es un esfuerzo, “el mismo empeño que pongo cada día en estudiar, lo hago en esta toma. Ahora sé lo que es luchar. Y esta lucha a mí me gusta”.
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