La a menudo inclasificable carrera del desigual pero siempre interesante Alan Parker lo es mucho más después de analizar “Después del amor” en el contexto de su carrera.
Parker ya gozaba de un cierto renombre cuando hizo esta película, a la que llega tras un puñado de cortometrajes y tres largos de un cierto renombre y repercusión como “Bugsy Malone”, la exitosa “El expreso de medianoche” y “Fama”, uno de los grandes musicales de los 80. Después de estos tres títulos, que no permiten adivinar la textura de su realizador, Parker apostó por el melodrama.
Melodrama familiar a la desesperada es lo que “Después del amor” parece, la historia de una familia en ruinas por cuyas rendijas sólo se atisba un destello de esperanza al final, cuando nada parece poder recomponer las vidas de un escritor de éxito que tira por la borda de su existencia a su mujer, con la que gozaba de 15 años de aparentemente estable matrimonio, y sus cuatro hijas, que contemplarán con estupor y no sin una inocente desesperación la ruptura.
Albert Finney y Diane Keaton forman la pareja protagonista de este relato sobre el amor en los tiempos del yuppismo, que de alguna manera se sitúa en el lado opuesto del análisis de las relaciones de pareja que propone Woody Allen, quien habla en muchas de sus películas sobre el asunto sin los componentes de tragedia desesperada, a un paso de la lágrima, que salpican casi todos los rincones de “Después del amor”, una película que si cuenta algo es que las parejas se crean, se destruyen y también se transforman.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario