17.8.09

don caballero

es una aparición recurrente, pero de carne y hueso. la primera vez que lo ví, esperaba sentada dentro del ascensor Reina Victoria a que se llenara de pasajeros para subir pronto a casa. entonces escuché que las maduras señoras que tenían a su cargo el funcionamiento del funicular no dejaban de adularlo. yo solo oía sus voces y me preguntaba qué clase de especímen entraría por la puerta en cualquier momento. pero eso no ocurría nunca porque las mujeres no lo dejaban partir. el ascensor estaba lleno y las expresiones de molestia en los rostros de los pasajeros era evidente. pero el ascensor seguía detenido. yo seguía escuchando la conversación del trío y me imaginaba que aquel hombre debió ser el más guapo de todos los guapos en sus años mozos. cuando la gente comenzó a silbar para que las mujeres se ocuparan de sus menesteres en vez de estar coquetendo con el veterano, sentí una ansiedad "como de año nuevo". cuando al fin entró a la cajita y el funicular comenzó a subir, no hice otra cosa que mirarlo, lo chequeé de pies a cabeza. el tipo tenía su look, eso era innegable: cabellera cana abundante, relucientes dientes blancos, ojos marinos y profundos, perfumado a lavanda, chaqueta de cuero café que hacían juego con sus zapatos. no medía más de 1.70 pero algo tenía en la mirada que le otorgaba un aire de seguridad en sí mismo. desde entonces lo veo cada vez que estoy en la calle. es una aparición real. un hombre entrando en los 60 que se pasea con garbo por el plan de valparaíso. no puedo dejar de mirarlo.

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