Monólogo de Molly Bloom
De James Joyce
El sol brilla para ti dijo él el día que estábamos echados entre los arbustos floridos en el promontorio de Howth con el traje de paño gris y su sombrero de paja el día que hice que se me declarara sí primero le di de mi boca el trocito de torta de semillas y era un año bisiesto como ahora sí hace 16 años Dios mío después de aquel largo beso casi pierdo el aliento sí dijo que yo era una flor de la montaña sí que somos flores todas el cuerpo de mujer sí fue la única verdad que dijo en su vida y el sol brilla para ti hoy sí por eso me gustaba porque vi que entendía o sentía lo que una mujer es y yo sabía que a él siempre le podía buscar la vuelta y le di todo el placer que pude invitándole hasta que me pidió que dijera sí y yo no quería contestar al principio sólo miré a lo lejos el mar y el cielo pensaba en tantas cosas que él no sabía en Mulvey y el señor Stanhope y en Hester y en padre y en el viejo capitán Groves y en los marineros jugando y las prendas y a mear alto como ellos lo llamaban en el malecón y el centinela delante de la casa del gobernador con aquella cosa alrededor del casco blanco pobre diablo achicharrado y las muchachas españolas riendo con sus mantillas y sus peinetas y la subasta por la mañana los griegos y los judíos y los árabes y quién sabe Dios quién más de todos los rincones de Europa y Duke street y el mercado de aves todas cloqueando delante de Larby Sharons y los pobres burros resbalando medio dormidos y aquellos hombres imprecisos en sus capas dormidos a la sombra en los escalones y las grandes ruedas de las carretas de bueyes el viejo castillo con miles de años sí y aquellos guapos moros todos de blanco y con turbantes como reyes invitándote a que te sentaras en sus pequeñas tiendas y Ronda con las viejas ventanas de las posadas ojos que miran una celosía oculta para que el amante bese los barrotes y las vinerías medio abiertas por la noche y las castañuelas y la noche que perdimos el barco en Algeciras y el sereno caminando sereno con su farol y O aquel terrible abismal torrente O y el mar el mar carmesí a veces como fuego y las puestas de sol gloriosas y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas aquellas callejuelas extrañas y las casas de rosa y de azul y de amarillo y las rosaledas y los jazmines y los geranios y las chumberas y el Gibraltar de mi niñez cuando yo era una Flor de la montaña sí cuando me ponía la rosa en el pelo como hacían las muchachas andaluzas o habría de ponerme una roja sí y cómo me besaba junto a la muralla mora y yo pensé bien lo mismo da él que otro y entonces le pedí con la mirada que me lo pidiera otra vez sí y entonces me preguntó si quería sí decir sí mi flor de la montaña y al principio le estreché entre mis brazos sí y le apreté contra mí para que sintiera mis pechos todo perfume sí y su corazón parecía desbocado y sí dije sí quiero Sí.
(lo encontré en el blog de la revista La Mujer de mi vida)
(foto del buen nelsin)
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