No sé de qué quiero huir
Si
y las sirenas que tronan delatoras la retirada lacónica de una nave
acurrucan mis pensamientos frágiles como el serpenteo de las olas rastreras
Wilde escribió (cuando salió de la cárcel y perdió su alma)
Que un hombre debe morir cuando mata lo que ha amado
Como el procesado de traje gris raído
Que “bebía el aire como si tuviera algún calmante saludable”.
el instinto etéreo de amar sin dolor
Sin pensar que, tal como en la guerra, deben hacer caídos y victoriosos
Maté tantas ideas a las que adscribí con la facilidad de una puta (como quien compra babuchas a la pasada)
Lo cierto es que no pude besarlo porque olvidé como se hacía
No rocé su cuello porque olvidé como se hacía
No tomé su mano porque no sabía su nombre
No toqué sus cabellos porque quemaban
Quise besarlo con la bravura de un felino
Entonces Wilde tenía razón
Y yo era una muerta vestida de blanco mirando sus ojos garzos
Y miré
Que destellaba todo su esplendor y decadencia
Y atrás el cielo sumergido en una púrpura humedad
Escribí en mi cama versos en silencio
Y espero a la luna esperanzada
mientras cuelgo un tul sobre la lámpara
Ni san francisco
Ni porto alegre
Ni caracas
Ni buenos aires
No hay lugar a donde pueda huir
Ya regresé de la muerte
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