Es triste la alegría de las banderas
¿era por nosotros que venía aquella barca del ocaso?
el sol caía por la Boca Grande y el jueves terminaba al margen
de aquella playa donde mis versos
callaron al vuelo de los pájaros de la tarde
en silencio mirábamos el islote
preguntándole quizá
por la paz esquiva de los días
contándonos, con lengua cifrada de banderas marítimas,
que las sirenas eran cosa de marinos tontos
y que los naufragios nada podían decir
a la calma de segundos inabarcables donde comenzamos a amarnos
y a perdernos de vista
dos astros a cada lado de un universo mínimo
en viajes repetidos y elípticas indeseadas
365 días
a toda velocidad
espejo terreno del sol que ponía
con la mirada fija sobre la luna al otro costado del firmamento
dos planetas ensimismados
mirándonos a la eternidad de las estrellas
frente a aquel islote anónimo
al atardecer de aquella tarde de silencios
cuando la balsa redentora cruzó por el frente
llevándose consigo
la bahía de promesas que con aire de arena
construímos aquella tarde feliz.
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