Hace unos días recorrí ciudades rurales con seis argentinos. Balbuceaban imágenes muertas: el rito de un general argentino y sus seguidores por la cadena montañosa del cono sur. Todos lo sabíamos: San Martín era un héroe muerto. Enterrado hace tantos años. Cada rastro hablaba de él como si estuviera aún entre nosotros. Sin embargo, sospecho que coincidíamos en respirar algo más que historia republicana.
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